jueves, 4 de febrero de 2010

UN PASEO MUY “ESPACIAL”

Es increíble cómo se complica todo en ocasiones, y de tal manera, que la vida te hace caminar, o vagabundear, por donde no hubieras creído que podrías llegar a hacerlo nunca. Estoy aquí, caminando, si es que a esto se le puede llamar así, cuando lo que a mi me gusta es trastear con los aparatos de a bordo. ¿Alguien puede verme?
¡Caramba! estos pesados zapatones imantados se agarran como lapas a la nave, pero debo tener cuidado, pues como apoye un pie en alguna parte que no sea metálica... ¿Alguien, en la NASA, me estará viendo? Saludaré alegremente; si salgo en la tele quiero quedar bien
La verdad es que ando, si, ando... cagado. Y eso que, este traje, confeccionado para salir al espacio exterior, no admite florituras de mucho estilo, ¡hay que jod...! quiero decir que... hay que ver las cosas que ocurren. ¿Cómo se me ocurriría la idea de meterme de polizón? Pero bueno, tampoco era tan mala la idea, lo malo ha sido lo de los astronautas, que les ha apetecido jugar a piratas. ¡Me cago en...! Y ahora, estarán apostando, los muy cabrones, a mi costa. ¡Joder!, que porque tenían superioridad numérica, que si no... Y mira que tiene mala leche el más bajito, que cuando me estaban poniendo el traje a la pura fuerza, va y dice a los demás: no le pongamos la botella de aire de reserva, total, para lo que nos va a durar éste, sería un desperdicio. Pero yo se la guardo, ¡vaya si se la guardo, ese tipo no me conoce!.
Bueno, esto de caminar, aunque sea de forma tan patosa, por el exterior de la nave, es la repera, tiene uno la sensación de estar... ¡fuera del mundo! Ja, ja, ja. A ver, que no me descuente. Llevo dadas siete vueltas, así que... ¡uf!, me faltan veinte todavía. Tengo que dar veintisiete vueltas completas a la nave para que me dejen regresar al interior. Si no logro dar las veintisiete, ya me lo han dicho: por aquí, ni aparezcas. Y es que la botella de oxígeno que llevo puesta, justo, justo, aguantará para ese tiempo, el que se tarda en dar las veintisiete vueltas. Y si no camino a buen ritmo, si me entretengo, no llego. Y el hijo... ése de la cara colorada, apostando a que yo no era capaz de dar ni una vuelta completa. ¡Me entran unas ganas de taponarles las toberas! Bueno, supongo que todo el mundo sabe lo que ocurre cuando se tapona un tubo de escape, jajaja. Claro que... no puedo hacerlo, no tengo con qué. Otra cosa sería si no hubieran desprendido de mi traje la botella de reserva. Por cierto, que si es verdad que era de reserva, seguro que era de una buena marca, ja, ja, ja. Pero no, no debo reírme porque me hagan gracia estos chistes tan malos, ya que me la estoy jugando y, además, paso a paso, ja, ja. ¡Ay, que me parto de risa! No puedo remediarlo, hasta en el espacio me carcajeo de mi propia sombra. ¿Sombra? ¿he dicho sombra? No quiero ni mirar para ver si la tengo. Me da lo mismo saber si es buena o es mala, si es corta o alargada, o del color que sean las sombras aquí, orbitando en el espacio; no sea que me maree, pierda pie y salga lanzado hacia cualquier estrella lejana y sin billete de regreso. Y luego, el de la cara colorada habrá ganado su apuesta gracias a mi. Ni hablar, eso no puedo permitirlo.
Llevo dadas ya catorce vueltas. Qué pesado es esto. ¿Me estarán viendo en la NASA? ¡Eh, Huston, que soy yo, el mejor polizón de todos los tiempos!. Los que sí me miran mucho son los astronautas, con las narices bien pegaditas a los ventanales. ¡Qué cabrones!. Les estaría bien empleado que al regreso a La Tierra les metiesen a todos un paquete, por cabrones y por... por... bueno, yo, si fuese un mandamás, les metería a todos uno muy gordo, para que aprendan a no jugar más a piratas.
Mira que me lo dijo Rosa: no sabes con quién te la juegas, yo no iría; eso me dijo, claro que ella siempre me dice cosas así para no quedarse sola el fin de semana y ya nunca le hago caso. Y anda que no me lo recriminará luego, diciéndome lo que acostumbra, que si ya me lo había advertido, que si... en fin, la misma canción de siempre. Y es que hay que ver la mala suerte que tengo, que después de conseguir pasar por todos los controles sin que me descubran, al final me pillan siempre en el espacio. Y nada, que se ha puesto de moda lo del paseo cuando te pillan y ya estoy más que harto; esta es la quinta vez que me ocurre lo mismo. ¿Me estarán viendo desde la Nasa? porque a este paso, me voy a convertir en el astronauta polizón más veterano de toda la historia, y mi experiencia debería poder valerme para algo, digo yo.
Llevo ya... ¿las veintisiete vueltas, quizá? a ver si ahora me voy a descontar. Saludaré a estos jilipollas de las narices aplastadas: ¡ehhh! ¿qué tal? que no se crean que me tienen amargado, eso nunca. La verdad es que estoy empezando a echar de menos el puenting, no es tan emocionante como esto del espacio, pero me parece que es menos cansado...

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