jueves, 4 de febrero de 2010

DEPARTAMENTO DE INGENIERÍA

El robot metálico avanzaba con gran seguridad por la acera de la gran Avenida pero lo hacía despacio, pesadamente, paso a paso, dejando caer su enorme peso sobre un pierna y luego sobre la otra. De vez en cuando volvía hacia atrás su gran cabeza metálica, como esperando órdenes. Detrás caminaba un hombre con un mando de ultrasonidos en la mano y con el que controlaba al robot. Ambos entraron en un bar. Primero lo hizo el robot, seguido por el hombre. El artilugio mecánico se dirigió hacia una de las escasas mesas vacías, y separando una silla, esperó a que llegara el hombre hasta allí. Ambos, robot y hombre, se sentaron, no sin antes oír las protestas de un camarero que decía que, el robot, con su peso, podría llegar a romper la silla. El hombre le hizo un gesto displicente con la mano y el camarero optó por callar, aunque malhumorado pudo oírsele, en voz baja, un comentario que arrancó la sonrisa de varios clientes cercanos: ¿Y ahora, qué es lo que pedirá para el robot? -decía el camarero- ¿Una aceitera para engrasarle las rótulas oxidadas? Lo que hay que llegar a ver, venir aquí con esa antigualla... Y rezongando, se fue hasta un extremo de la barra, despreciando al nuevo cliente y dispuesto a no servirle nada a no ser que se lo rogase, y cogiendo un trapo se dispuso a secar un vaso como si esa fuese la tarea más importante que en ese momento debía hacer.
Apenas unos segundos después, entró un hombre de mediana edad, echó un vistazo a su alrededor y se dirigió hacia la mesa que ocupaban el robot y el hombre que lo había estado dirigiendo con el mando.
- Hola, Rob. Sabía que te encontraría aquí. Y mientras hablaba, esbozó una amable sonrisa de complicidad.
- Hola, Jhon, Le contestó Rob seriamente, sin duda algo fastidiado por el encuentro.
Rob era apuesto, especialmente elegante y de cabellos rubios impecablemente peinados. Su estatura sobrepasaba la media normal y su rostro moreno tenía una atracción que agradaba todo el mundo, aunque ahora, al ver a Jhon, su gesto fuera adusto. - Mira, Rob, -empezó a decir el que acababa de entrar y que ahora se encontraba de pie, al lado de la mesa y del Robot, mientras miraba a Rob de frente, quién había puesto una expresión de indudable fastidio- sé que necesitas esta exhibición, pero no te está beneficiando en nada.
- ¡Ah! -se limitó a contestar Rob-
- No, no te beneficia. Entiendo lo que te ocurre, pero tu trabajo es altamente importante y no debes dejar que te dominen tus neuronas, esas que de vez en cuando y, por lo visto, hacen que te hartes y te escapes llevando de la mano a este Robot. Deberías apreciar más tu trabajo. Sabes que todo el Departamento te necesita y que no puede estar siempre pendiente de tus caprichos.
Rob, que había permanecido indolentemente recostado en su silla, medio se incorporó y, visiblemente airado y levantando la voz, dijo entonces: ¡Si. efectivamente, ya estoy harto de esta situación!. ¡Y tú y todo el Departamento la conoce perfectamente! Me habéis hecho a vuestra semejanza. Soy como vosotros, visto como vosotros, duermo, como y
digiero del mismo modo y de la misma forma que todos vosotros coméis y digerís, pero no vivo como vivís vosotros! He sido creado como si hubiese sido el mismo Dios quién me hubiese hecho, pero estoy solo. Mi consuelo es este Robot, que es la única compañía que me satisface. Es como yo, aunque deba ser dirigido. Me prometisteis una compañera y no cumplís nunca con vuestra palabra...
- Vamos, Rob, ten paciencia. Te lo prometimos y lo cumpliremos; solamente danos tiempo...
Y cogiendo a Rob del brazo, le hizo levantarse y se lo llevó con él, casi arrastrándole, fuera del bar.-

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