jueves, 4 de febrero de 2010

DE NUESTRA HISTORIA RECIENTE

Cuando aparecieron de pronto en los principios del siglo XXII, el espantó llenó los corazones de todos los habitantes de la Tierra. No se les vio en seguida porque, precediéndoles, llegó una niebla que invadió el Planeta. La niebla comenzó a llegar de lo más alto de los cielos y fue bajando hasta los llanos, se extendió luego como un gigantesco abanico, penetrando hasta en el más mínimo rincón, y una grisácea oscuridad fue la dueña absoluta de campos y ciudades.
En las ciudades, la gente no se atrevía a salir de sus casas porque no podía ver más allá de un palmo de distancia. Ocurrieron muchos accidentes: los faros de los vehículos no podían nada contra la niebla; ni siquiera la policía conseguía, con los más modernos adelantos, penetrar la tremenda neblina. Fueron unos días en los que la humanidad, perpleja ante el fenómeno, se encontró desvalida y abandonada del Todopoderoso; vieron que su fin estaba cercano, un fin sobre el que ningún científico había sabido alertarles, y comenzaron a rezar; rezar era lo único que podían hacer. En los grandes núcleos urbanos se concentraron las multitudes para alabar al Señor y rogar su piedad. Esa gente, así reunida, no se veían entre ellos, pero se cogían de las manos y cantaban sin cesar, cantaban y lloraban rogando misericordia.
El caos era total: las transacciones comerciales se había paralizado, los alimentos habían desaparecido de las tiendas y supermercados y los transportes no podían circular para reponer la comida. Los mandos de todos los ejércitos del mundo no sabían qué hacer, no podían luchar ni tampoco sabían contra qué hacerlo. Y de pronto, transcurridos 14 días de constante niebla... aparecieron unos seres impensables para nosotros.
Se les pudo ver por la luminosidad que rodeaba a sus cuerpos: eran rechonchos y portaban un anillo luminoso que parecía flotar alrededor de su cintura sin que el anillo llegase a tocarlos. Aparecieron sin más, sin que nadie hubiese podido ver cómo habían llegado. No eran humanos y procedían de algún remoto planeta, quizá de alguna lejana Galaxia.
Pronto hubo contactos del más alto nivel, y a los dos días, los seres extraños que nos invadieron, desaparecieron, así como también la niebla desapareció paulatinamente hasta no dejar rastro alguno.
La vida en La Tierra se restableció y los jefes de estado se dirigieron por televisión a los integrantes de sus naciones. En general, los mandatarios dijeron aproximadamente lo mismo:
No hay peligro y no volverá a ocurrir, nos han dado garantías. Los saturninos son seres extremadamente afectuosos, como algunos habréis podido contemplar. Son bondadosos, y sus grandes sonrisas y sus cuerpos rechonchos nos producirían una gran hilaridad y un enorme afecto hacia ellos, si no fuera porque su civilización es antagónica a la nuestra y su proximidad nos resulta letal. Las nieblas y los gases que producen sus anillos, fuente de vida para ellos, nos ahogan al anular el oxígeno que necesitamos para respirar. Al visitarnos, desconocían el daño que podían causarnos, y cuando se han dado cuenta de lo que nos ocurría han regresado con rapidez a su planeta, Saturno. Ellos necesitan de la niebla para subsistir, necesitan de su vapor y humedad, igual que necesitan el anillo que rodea, no sólo a su planeta, si no también a sus cuerpos. El anillo es pura energía, y esa energía es la que les alimenta y les mantiene con vida. Desconocían que sus efectos podían aniquilarnos, pero tan pronto lo han advertido se han dado prisa en regresar a su lugar de origen. Nos han pedido excusas y han lamentado que no podamos intercambiar conocimientos personalmente. Las miles de muertes originadas por el ahogo que sus anillos produjeron al absorber nuestra atmósfera los alertaron, y apenas se dieron cuenta del mal que causaban, contactaron con nuestros gobiernos y abandonaron el Planeta. Podemos estar tranquilos, aunque sentimos profundamente las bajas que han habido. Pero los saturninos nos han prometido reparar en lo posible el daño ocasionado, y para ello, nos enviarán una sonda, desde Saturno, con lo que podremos gozar de una energía inagotable para nuestras casas, para nuestras fábricas, para todo lo que necesitemos.
Hermanos: ¡Una nueva era comienza para nosotros!.-

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