jueves, 4 de febrero de 2010

GLORIA

“Para ti, inolvidable compañera, con mi fervoroso deseo de que, sea el que sea el lugar en el que te encuentres, que espero sea en el cielo, ahora seas feliz”

Gloria fue una atractiva y simpática compañera de oficina. Trabajábamos en la misma Empresa (A. y C. S.L.) pero la trasladaron a un departamento distinto, en un edificio contiguo, y solía visitarnos para saludar a las compañeras que allí había dejado. Yo la conocí cuando ella ya no trabajaba en mi departamento. De Gloria siempre me gustó su sencillez y su delicioso candor de jovencita. La recuerdo bien, al igual que ahora mismo me parece estar viendo su expresión risueña y la sonrisa que nunca abandonaba sus bonitos labios. Con el tiempo se llegan a olvidar personas y rostros, pero a Gloria no la olvidaré nunca; era una personita increíblemente dulce, con una personalidad que a nadie dejaba indiferente, y su visita era siempre motivo de alegría.
Nos hizo una visita precisamente el día que yo había estrenado un nuevo coche y me felicitó nada más entrar en el despacho. Sabía que yo había cambiado mi trotado 2 CV por un flamante SIMCA 1.000 y también lo contento que yo estaba por ese motivo. Me dijo, entre risas, que me tenía envidia porque su novio continuaba con un viejo SEAT 600 que ya había pertenecido a varios familiares antes de pasar a sus manos, y que con gusto se subiría conmigo en el Simca para dar una vuelta, si no fuera por el enorme miedo que le daba subir en un coche
Me explicó entonces, con más detalle, lo que yo ya conocía por sus compañeras, que ella y su novio sufrieron tiempo atrás un terrible accidente, y aunque a Gloria no le ocurrió nada, vivió momentos angustiosos al quedar su prometido en coma. Su prometido pudo felizmente recuperase al cabo algún tiempo, pero desde aquel accidente, Gloria no fue capaz de volver a subir a ningún automóvil, a pesar de intentarlo en muchas ocasiones y de desear sobreponerse a sus temores. Me dijo que era inexplicable que ella pudiera haberse salvado, pues el golpe que recibieron fue tan grande que el coche quedó totalmente destrozado, llevando la peor parte el lado que ella ocupaba. Tuvieron que intervenir los bomberos para sacarla de allí, pero que a ella, inexplicablemente, no le ocurrió nada. Desde entonces, tenía el convencimiento de que debería haber terminado sus días en aquel momento, pero que por una pirueta del destino, se escapó de ese final. Sin embargo, conocía perfectamente que la muerte esperaba, pacientemente, a que ella subiese de nuevo a un coche para llevársela, y que esa vez no podría ya escapar. Hacía mucho que no subía a ningún coche y a menudo discutía con su prometido por ese motivo. Los miedos de ella impedían que pudiesen disfrutar, siquiera, de pequeños desplazamientos si éstos debían hacerse en coche, a los que Gloria se negaba rotundamente. Mucho menos ir a la playa en verano, como tampoco otras muchas otras cosas si para ello debía depender del auto, y aunque él intentaba disuadirla de sus temores, viniendo incluso en alguna ocasión a recogerla con su 600 a la salida del trabajo, ella rechazaba subir y se marchaba en autobús. Nadie podía quitar de su cabeza el presentimiento de que su destino era el de morir en un accidente de automóvil, y pensar en ello le aterraba.
Me sobrecogió escucharla. No era ninguna tontería, pues Gloria estaba totalmente segura de lo que decía, y aunque yo quise hacerla ver que, precisamente por haberse salvado en ese accidente, estaba muy claro de que su de Pasaron varios meses desde aquella conversación. Un día nos comunicó, muy alegre y feliz, que ya estaba fijada la fecha de su boda. Estuvo conversando mucho rato con sus compañeras, que no dejaban de preguntarle mil detalles acerca de su casamiento. Les dejé hablando de esas cosas que les gusta tanto a todas las mujeres y me aposenté en mi escritorio. Desde allí pude escuchar, que a pesar de las muchas protestas de su futuro marido, quién deseaba hacer el viaje de bodas en coche, lo harían en ferrocarril. Todos comprendimos perfectamente la decisión de Gloria.
Yo me trasladé a otra Empresa y no había vuelto a ver a ninguno de mis antiguos compañeros hasta que un día, después de transcurridos muchos años, me topé con Guillén en un Aeropuerto. Nos reconocimos, nos dimos un abrazo y nos lamentamos mutuamente de no haber frecuentado nuestra amistad. Intercambiamos informaciones acerca de lo que habían sido nuestras vidas desde que me fui de la empresa en la que trabajábamos los dos. Sentimos nostalgia de aquellos tiempos y hablamos largo rato acerca de los antiguos compañeros. Cuando ya nos despedíamos recordé a Gloria, y sabiendo que eran amigos le pregunté por ella. Le dije que recordaba muy bien que poco antes de marcharme, Gloria nos había anunciado su inminente boda, y que yo suponía que, efectivamente, se habría casado y que... Pero Guillén me interrumpió enseguida. ¿Pero no lo sabías? me dijo, Gloria murió en su viaje de bodas, en un accidente de coche. ¡Pero si Gloria decía que nunca subiría a un automóvil en su vida! repliqué, y es más, continué diciéndole a Guillén, Gloria nos dijo que el viaje lo harían en ferrocarril... Si, me interrumpió de nuevo mi amigo, pero su novio, ya para entonces su marido, le convenció de que sus temores eran simples tonterías infundadas, creadas por su mente, y que para poder superarlo debía enfrentarse a ellos; Gloria se dejó convencer y se fueron en coche.
Ante esa noticia tan inesperada y desconcertante me quedé sin habla, y hasta creo que me quedé sin sangre en las venas. Pensé que era increíble que Gloria hubiese sabido siempre que ése sería su destino, y que finalmente y a pesar de ello hubiese aceptado viajar en un coche, creyendo sin duda que era, como decía su novio, un miedo infundado. Ciertamente, el destino es inevitable.
Guillén y yo nos despedimos, asegurándonos mutuamente que nos llamaríamos por teléfono y que no dejaríamos transcurrir en esta ocasión tantos años para vernos. La noticia del fatal accidente de Gloria, sin duda la conoció mi compañero en la época que sucedió, y posiblemente por ese motivo, y después de tantos años, no le veía yo demasiado pesaroso al contarme el fatal desenlace, pero para mi, conocer la noticia fue impactante, como si la muerte de Gloria hubiese ocurrido en el mismo instante que mi amigo me lo dijo.
En ocasiones, y aunque el transcurso de los años borra recuerdos y rostros, recuerdo bien a Gloria, con su agradable sonrisa y su porte sencillo y dulce. ¿Dónde estás ahora, Gloria? ¿Dónde te encuentras, querida compañera? Recordarte me produce pena y un profundo dolor. Durante años, y en ocasiones, te recordé con cariño y me preguntaba si estarías bien, y ahora sé que, si lo estás, no será en esta vida. Me inquieta saber que conocías cuál sería tu destino, que lo temías, y que a pesar de ello no pudiste evitarlo. Tu vida y tus temores fueron, y son, un misterio. Yo fui testigo de ello, y me estremezco al pensar en ese destino tuyo.
Rezo por ti, estimada compañera.-

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