jueves, 4 de febrero de 2010

LA "MARCA" DEL GATO

El felino trepaba por el edificio, dejando marcadas en la fachada las huellas de sus fuertes y duras uñas. De repente, potentes reflectores iluminaron la noche.
- ¡Ya lo tenemos! ¡Lo hemos atrapado por fin! Así gritaban las cincuenta mil gargantas, pertenecientes a los policías y bomberos de la Ciudad, congregados al pie del edificio, llegando a oírse sus voces hasta en el último rincón de la Población. Gritaban, alborozados, por creer que habían conseguido sorprender a aquel gato, siempre huidizo, y que por las noches trepaba por los edificios, burlándose de las ordenanzas y de todos y estropeando las fachadas con sus garras.
La multitud invadía las calles; muchos vecinos habían bajado en pijama, presurosos, para no perderse nada del espectáculo prometido y esperado. Los bomberos se aprestaron a lanzar, a alta presión, grandes chorros de agua con sus potentes mangueras, dirigidas hacia el felino.
Los policías, mientras tanto, disfrutaban esperando ver caer al odiado gato, para apresarlo y hacerle pagar muy caro sus enfrentamientos y osadías. El gato no se sorprendió por la persecución, al contrario: estaba esperándola desde hacía mucho tiempo, la esperaba y la necesitaba para sentirse importante, para seguir sabiendo que él era el mejor. También sabía que aquello era un enfrentamiento en toda regla, de “poder a poder”. Desde lo más alto, desde la última cornisa que había logrado alcanzar, levantó su cola; lo hizo lenta, majestuosamente, y orientando su trasero hacía abajo, expelió un potente y largo chorro "made in gatuno" con toda la maestría de que era capaz. La gran sonrisa de felino astuto que iluminó sus facciones al ver que, como siempre, su puntería había sido certera, contrastó con las maldiciones que vomitaban los que se encontraban abajo, recibiendo esa especie de lluvia pestilente, recibiendo “la marca del gato”.
Los cincuenta mil policías y bomberos marcados, chorreando y llenos de ira por la nueva burla de su odiado enemigo, le imprecaron y protestaron, desesperados e impotentes.
El gato, muy satisfecho, con un último impulso grácil y elegante, saltó hacia arriba, hacia el tejado, y pudo vérsele allí, quieto, con su rabo erguido, dominando la Ciudad desde las alturas, recortada su imponente figura, silueta de porte impecable, en el cielo alumbrado por la luna; eso duró unos instantes, desapareciendo el gato a continuación, con su acostumbrada majestuosidad, a través de la noche.
Mientras aún resonaban las maldiciones de los policías, sobresalió por encima de todas ellas un largo y potente ¡MAUUUUU! que electrizó el ambiente húmedo de la calle. Y la multitud y los servidores públicos, cabizbajos y mojados, se retiraron apesadumbrados, dándose cuenta de que, una vez más, habían sido burlados y vencidos por el gato.-

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