Esto es una confesión.
Hace tiempo que ya no escribo ni plasmo en el ordenador las aventuras que acuden a mi mente, pues todas las historias y relatos que se me ocurrieron y que escribí, fuesen del tipo que fuesen, me sucedieron en la realidad después de haberlas escrito. Llegó un momento que temí escribir. Me di cuenta de que, fuera lo que fuese que escribiera, inevitablemente me ocurriría a mi.
Nadie conoce lo que me sucede y quiero dejar constancia de ello, pero ahora mismo estoy escribiendo con exquisito cuidado para que no se me escape ninguno de mis pensamientos. Debo poner toda mi atención en no relatar algo que se que después, inevitablemente, podría acarrearme consecuencias imprevisibles.
Me acechan innumerables relatos, relatos plagados de oscuros personajes que intentan salir de mi mente, que quieren tomar vida de ese modo, pero afortunadamente me he dado cuenta de que no son fruto de mi simple invención, pues tan pronto pienso en ellos toman vida. Son terribles esos personajes que viven a través de mi, que aprovechan mi expansión al describirlos y que salen a la vida tan pronto como escribo acerca de ellos. Confieso que han llegado a aterrorizarme.
Revolotea ahora mismo a mi alrededor el hombre de la capa gris oscuro. Lo tengo en la mente y pugna por salir. Él quiere que yo lo describa para tomar vida. Es un hombre alto y muy delgado. Su verdadero rostro no lo he logrado ver nunca porque al pensar en él lo he evitado, he rechazado su visión y ha quedado oculto entre sombras, pero lo intuyo muy malvado. No conozco sus intenciones, seguramente porque todavía no he pensado detenidamente acerca de ello, pero... ¡Ay, ya he caído en la tentación de pensar en él y lo he nombrado! ¡Acabo de describirlo aunque haya sido parcamente! No debería haberlo hecho. Ahora se me aparecerá y me perseguirá con intenciones perversas... Debo relajarme y poner mi mente en blanco. Debo intentar no pensar más en él para poder alejarlo. No quiero ni imaginar lo que podría hacerme ese hombre con su cuchillo, ese gran cuchillo que adivino en una de sus manos.
Naturalmente, me doy perfecta cuenta de que lo que pienso es atroz, de que mis pensamientos fluyen acerca de lo que ese hombre puede hacerme y... lo que es peor, soy consciente de que no puedo evitarlo. Sé que si no pensase en él, nunca podría tomar vida ni llegar a ser real, pero... no puedo ni logro evitar mis pensamientos. Y ahora, estoy viendo perfectamente su malvado y horroroso rostro cruzado por infinitas cicatrices. También veo cómo contrae su boca en una horrenda mueca que pretende ser una sonrisa... ¡y veo su cuchillo que se alza ante mi! ¡Ayuda, por favor! ¡Mi personaje ha tomado vida y va a matarme! ¡No quiero morir! ¡El cerebro me estalla!!!!!
martes, 2 de febrero de 2010
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