El sudor invadía mis poros. Me desperté, todavía preso por el horror soñado y me dije, con total convicción, que si viviéramos como a veces soñamos, más nos valdría no vivir, mejor estar muertos, o aún... mejor sería convivir con ellos, con los muertos, como uno más, pues de ese modo estaríamos acostumbrados a esos horrores. Y entonces, en la oscuridad de mi cuarto, la voz retumbó: ¡sea! tu deseo será satisfecho, ven con nosotros... y cientos de manos me arrebataron de mi lecho.
Cuando de nuevo desperté, me di cuenta de que me encontraba en el interior de un panteón oscuro, iluminado apenas por las vacilantes llamas de unas velas casi consumidas. Un olor a podredumbre invadió mis fosas nasales, y vi que unas figuras negras bailaban mi alrededor celebrando lo que, advertí, era mi llegada a su mundo, el mundo de la muerte.
¿Estoy muerto? pregunté. No, me contestaron, nunca morirás, pero vivirás con nosotros, que era lo que deseaste.
jueves, 4 de febrero de 2010
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