Presenté mi historia con el ferviente deseo de que fuera reconocido como el mejor relato del certamen, y conseguir el primer premio. En mi fuero interno estaba convencido de que esta vez lo ganaría.
Mi historia cautivaba desde que se empezaba a leer, y ni yo mismo podía creer que hubiera sido capaz de escribir un relato de tal calidad. Lo había releído mil veces y retocado otras mil. Todo el que lo leía se quedaba asombrado primero, y luego me miraba, pensativo, como dudando de que hubiera sido yo el escritor ¿Lo has escrito tú ? me había dicho uno de mis amigos, a quién le pedí que lo leyese para que me ofreciera su comentario. En el fondo y aunque me molestaban algo aquellas dudas respecto a mi capacidad de poder haber sido yo el creador y el escritor de la historia, esas dudas, fueran ciertas o no, me halagaban, pues supuse que mi amigo pretendía expresar con ello, su admiración a lo que acababa de leer, y sobre todo hacia mi propio talento y creatividad literaria.
El relato lo leyó mi familia, mis amigos, la mayor parte de los compañeros del despacho, e incluso lo envié por correo electrónico a antiguos compañeros de estudios con los que tenía contactos por ese medio. Todos fueron unánimes en que el relato era excelente, increíblemente excelente dijeron, con palabras más o menos parecidas y con más o menos halagos, aunque debo decir que quien me defraudó, fue mi propia mujer. Lo había leído ya sin demasiado interés, casi obligada por mi insistencia y después de dos días de habérselo entregado. Cuando por fin lo leyó, me devolvió los folios sin decirme nada y si no llego a preguntarle, seguro que todavía estoy esperando su respuesta. Pero bueno, Ana, le dije ¿te gusta lo que he escrito? Ella sabía que mi intención era presentar el relato al concurso. Se quedó unos instantes pensativa y me dijo : No está mal. Y su gesto era algo así como queriendo decir : Podía estar peor, pero si a ti te gusta....Yo insistí ¿solo eso, Ana ? Bueno, me respondió, es que estoy un poco adormilada y no lo he entendido demasiado.
Quiero explicar que el relato debía basarse en el terror, y el protagonista de la historia tenía que ser un bicho, un animal terrorífico o algo parecido, pues esas eran las condiciones del Certamen. Ana me explicó que finalmente no entendía si el bicho era un bicho, o era el bueno de la historia, y lo del gato, bueno, tampoco había entendido eso, y además, se quedó muy sorprendida cuando le dije que era un relato de terror. Total, que estuvimos hablando un rato, por mi insistencia, sobre lo que ella no había terminado de entender. Naturalmente estuve tratando de explicárselo, y al final acabó por decirme que ya lo comprendía, pero que a lo mejor era por habérselo aclarado yo y luego, creo que haciendo un esfuerzo, lo leyó de nuevo y acabó diciendo que sí, que estaba bien.
En fin, esperaba haberla admirado con mi relato y lo cierto es que me parece que lo conseguí. Aquello fue un chasco que hizo bajar mi ánimo, pero recordé a los amigos a los que tanto les había gustado, y pasé de mi mujer, arrepintiéndome en mi interior de haberle pedido que lo leyera, e incluso me alegré y felicité por no enseñarle nunca nada de lo que escribo. Pensé que solo para demostrarle lo que yo valía como escritor, sería maravilloso ganar el primer premio. Le pasaría el premio por las narices y... ¡pero qué más daba ! Lo importante era ganarlo y era importante por mi mismo, para asegurarme de que podía escribir bien, y con la suficiente imaginación para ser más original que la mayoría, por lo menos más que muchos escritores. La narración no era mi fuerte ni demasiado fluida, pero lo compensaba con las historias que mi fértil imaginación podía llegar a concebir, o eso creía....
Volví a repasar de nuevo el relato antes de enviarlo, y aún lo releí varias veces más. Por fin tomé la decisión y lo envié por correo electrónico. Cuando lo hube hecho, vi que lo había enviado al correo privado de la persona que anunciaba el Certamen, y pensé que era mejor volverlo a enviar, pero esta vez a la dirección correcta que, en el mismo anuncio, especificaban. En ese momento dudé de nuevo con el título que había puesto a mi relato, y entonces se me ocurrió otro mejor y más impactante, así que lo borré, escribí el nuevo título y lo envié, muy contento con esa decisión. En cuanto a los trámites de la presentación, la identidad, dirección, etc., ellos mismos se ocupaban de todo. Era una facilidad que te daban. Presentarían el relato al concurso y en un sobre aparte escribirían el título. Dentro del sobre cerrado, los datos con mi identidad.
Faltaban pocos días para el fallo del concurso, así que el día tan esperado llegó pronto. Había viajado con mucha ilusión hasta San Sebastián, la ciudad donde se celebraba el Certamen y allí, en la librería... bueno, no voy a poner el nombre, pero allí, en la librería donde se fallaría el premio, estaba yo, esperando con ansia ese momento. Conocí a Carmen que, también había viajado, sola, desde Padrón a San Sebastián. Carmina esperaba, naturalmente, ganar el premio con el relato que había presentado. Me comentó con humor que, puesto que vivía cerca de la cuna de nuestro insigne Premio Nobel de Literatura, Don Camilo José Cela, y al nombrarle se notó que lo hacía con un gran respeto, esperaba que se le hubiera podido pegar algo de su gran genio e ingenio.
Tenía un refresco en la mano y nos encontrábamos uno al lado del otro. Nos habíamos sonreído con cortesía, educadamente, haciéndonos cómplices en nuestra espera. Me llamo Carmen, pero mis amigos me llaman siempre Carmina, me dijo. Charlamos sobre mil cosas. Me contó su vida en Padrón y escuchó cuando le conté algo sobre la mía. De repente, me golpeó ligeramente en el pecho con su mano libre y me dijo : ¿Pero no es “La Buhardilla”, el título del relato que dices que has presentado ? Parecía increíble, y maravilloso. Mi relato había sido uno de los finalistas.
Notaba fuertemente el golpeteo de mi corazón, y me dije que solo faltaba que me diera un infarto cuando anunciaron que mi relato había ganado el primer premio. En realidad y sin saber nadie cómo, el resultado es que fueron dos los relatos finalistas, y dos los relatos ganadores, ya que habían empatado la puntuación, lo que nadie se explicaba. Dieron ganadores a los dos relatos sin más problema. Al dar a conocer los dos títulos creí que me daba el infarto temido, lo que hacía rato que me parece que me estaba ocurriendo desde que supe que yo era uno de los ganadores, aunque debo decir que nunca mi corazón me había fallado.
Escuché de nuevo cómo citaban los títulos. Eran los relatos “La Grieta” y “La Buhardilla” y fue cuando caí en la cuenta de que los dos relatos eran la misma historia, era mi historia enviada dos veces con títulos diferentes. Para complicar más la situación, un relato lo había firmado como CUARIUS y en el otro no había puesto ninguna firma, pues lo que valía para la votación era el propio título. Una vez determinado el ganador o ganadores, se abrirían los sobres en los que debían figurar los verdaderos datos de cada autor. Me despedí de Carmina atropelladamente con un confuso pero eufórico ¡Hasta ahora !
Avancé hacia la mesa del jurado sin que nadie, aún, me hubiera nombrado, y sin darme mucha cuenta de lo que estaba haciendo, pero lo que había escuchado es que eran mis relatos los que habían ganado, y además por partida doble, con lo cual era indiscutible mi triunfo.
Mientras avanzaba, pensaba en un millón de cosas al mismo tiempo. Pensé en mi éxito, en mis amigos, en mi mujer... Ya casi estaba llegando a la mesa presidencial y como en un sueño escuché por fin mi nombre, primero una vez y luego mi nombre de nuevo, lo que era lógico esperar, pues los dos relatos eran míos, pero lo que oí a continuación, antes de haber podido llegar hasta la mesa, me produjo el efecto de una bofetada tremenda, o peor todavía, fue como si hubiera chocado contra una pared que instantes antes no se encontraba en mi camino, y que ahora hubiera surgido de repente, golpeándome de plano contra ella, sin haberla visto siquiera.
Se oyó la voz del presidente del jurado que decía : Por graves irregularidades en la presentación de estos relatos que, habíamos considerado finalistas y ganadores, este premio se considera desierto.
El silencio que se hizo después de estas palabras me despertó totalmente e hizo que me detuviera, creo que hasta me tambaleé, no podía comprender lo que había pasado. El gran silencio que contrastaba con el barullo anterior duró apenas unos segundos y luego, un barullo aún más fuerte que antes, inundó la sala.
Lo que siguió casi no puedo ni explicarlo, me acusaron de fraude. Dijeron que podía haber presentado mil relatos si ese hubiera sido mi deseo, pero enviar varios relatos siendo en realidad el mismo, y únicamente cambiando el título y las firmas para que el jurado no lo advirtiese, eso era claramente un fraude y un deseo expreso de engañar, y de confundir al jurado. También recuerdo, entre brumas, que siguieron diciéndome algo parecido a que yo no merecía otra cosa que, un gran desprecio por haberles tomado el pelo a todos. Me amenazaron con una denuncia inmediata y me vaticinaron la cárcel por estafador, multas para compensarles de todos los gastos, y no sé cuantas cosas más.
Hace ya tiempo de todo esto y no ocurrió nada de lo que vaticinaron. No me encarcelaron ni tuve que pagar multas, pero lo triste es que salí reseñado en todos los periódicos como un individuo bribón y aprovechado, no gané el premio y lo que es peor, ya nunca puedo presentarme a ningún concurso literario, pues mi nombre está en una lista negra.
Recuerdo todo esto, ahora precisamente, porque me acaban de llamar de una Editorial interesándose por mis relatos, y me ofrecen una sustanciosa cantidad si acepto escribir una historia completa, acerca de todo lo que pasó con este premio, historia que debe convertirse más tarde en una novela, y luego, en un guión para hacer una película con la que esperan obtener un gran éxito. Parece que ya han escogido, incluso, el reparto de los actores, pero eso está todavía por ver, ya que se me ha metido en la cabeza que tengo que ser yo el protagonista ¿Quién mejor que yo mismo ? Y estoy seguro de que lo voy a conseguir.....
jueves, 4 de febrero de 2010
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