NOTAS PARA ESTE RELATO :
La galaxia (J123642+621331) está tan lejana que corresponde al universo desde cuando tenía menos de una quinta parte de su edad actual.
El Presidente de la Cámara de Investigaciones Científicas Espaciales, el más grande científico de todos los tiempos, se encontraba de pie en la tribuna de oradores del Palacio de Conferencias. Miró de frente a los más importantes científicos mundiales, reunidos en el especial Simposium, el mayor y más trascendental de todos los tiempos conocidos. Hizo una pausa, carraspeó y comenzó a hablar con solemnidad:
“Todos nosotros sabemos que para investigar el universo con éxito, al igual que ocurre en la bioquímica, en la genética o en muchas otras ramas de la ciencia, es necesario conocer profundamente el lenguaje matemático. Las descripciones del universo, para comprenderlas, deben hacerse mediante las matemáticas”. Pero también es cierto que a pesar de haber avanzado mucho, especialmente en los últimos años, en este lenguaje tan necesario, nos hemos encontrado innumerables problemas a los que no veíamos solución”.
La mayoría de los asistentes al Simposium asentían con gestos elocuentes al discurso del Presidente, pues aunque parecía ser un tema recurrente, a todos les escocían esos escollos insalvables que encontraban en sus investigaciones y que les obligaban a ralentizar sus trabajos. La revelación que les sería hecha, anunciado en el comunicado que recibieron, probablemente sería acerca de algún descubrimiento matemático, pensaron, y era lo que les mantenía en vilo e inmersos en lo que escuchaban. No dieron importancia a lo que al comenzar a hablar les dijo el Presidente acerca de que no se sentía capaz de seguir adelante con el proyecto. Nadie mejor que él para dirigir las investigaciones sobre el espacio exterior. Eso debía ser, sin duda, una forma de enfocar la cuestión y para que, una vez más, fuese ratificado como el científico más capaz y válido para poder dirigir la Cámara de Investigaciones. El Presidente era un genio, pero también una de las personas más humildes que se conocían y que nunca trataba de darse importancia a sí mismo.
“Amigos... hermanos, continuó diciendo el presidente: nos llamamos a nosotros mismos humanidad; de acuerdo, pero cuando comprueben los datos irrefutables que nuestra avanzada tecnología ha conseguido reunir, lo que nuestra ciencia imparable ha logrado, verán que todo lo que nuestra humanidad tenía como sólidas bases científicas han quedado reducidas a la nada. Hace mucho tiempo se especuló con la hipótesis de que nuestro mundo era un mundo microbiano, un mundo dentro de otros mundos, unos simples átomos dentro de otros átomos, pero muy pronto olvidamos esta hipótesis, una hipótesis que nos parecía ocurrente al principio de formularse, para acabar pensando que no tenía fundamento; pues bien, ahora tenemos las pruebas de que esa hipótesis que nos pareció infantil, es una exacta, y debo añadir, triste realidad.
Nos llamamos humanos porque nos vemos distintos a cualquier ser con vida propia, pero creedme, somos puros microbios dentro de una escala infinita de microbios, y esta escala es infinita porque igual que existe por debajo de nosotros, también, amigos, también existe por encima nuestro sin que sepamos hasta donde llega y si tiene fin. Lo que creíamos que era un universo, es un ser con vida como nosotros mismos. Los planetas, las Galaxias, todo lo que podamos ver o intuir, por lejano que esté, pertenece a este gigantesco ser, igual que nosotros le pertenecemos y formamos parte de su cuerpo”.
El Presidente, sudoroso por las vehementes explicaciones que estaba ofreciendo, calló durante unos instantes para poder beber un sorbo de agua. Todos los científicos allí reunidos escuchaban en profundo y respetuoso silencio. El Presidente, después de depositar su vaso en el atril que tenía delante, continuó hablando y ofreciendo ya, pausadamente, la explicación final, explicación que dejó caer como una bomba que estalló entre la concurrencia.
“Desconocemos si este descomunal y gigantesco ser, en cuyo interior nos encontramos y al que sin duda pertenecemos, es algo parecido a un hombre. En cualquier caso, desconocemos todo de él y lo que nos preguntamos es: ¿posee inteligencia o es un animal irracional ?”.
El Presidente de la Cámara de Investigaciones Científicas Espaciales hizo una larga pausa, consciente de que las revelaciones de los importantes descubrimientos que había conseguido hacer, solamente conocidos hasta ese momento por él y sus ayudantes, revolucionarían las creencias que los científicos habían mantenido hasta ese momento como credos inamovibles.
“También se habla, desde hace tiempo, de la expansión del universo, teoría que no todos aceptábamos; pues bien, la teoría se ha confirmado, también eso es cierto, y ahora conocemos los motivos. El universo, señores, se expande y se contrae, efectivamente, pero es por efectos de la respiración de este ser gigantesco y que, de momento, está fuera de toda posible investigación por nuestra parte. Nosotros somos simples células, como lo son la Tierra, los planetas y el espacio que podemos contemplar. Somos puras células infinitamente diminutas. Y nuestro sol, así como los planetas que conocemos que existen y los que habíamos intuido con nuestros cálculos, a tantos millones de Km. de nosotros, y en fin, el universo entero, como lo llamamos, no son más que algo diminuto en comparación con este ser, y todo forma parte de él”.
“Disponemos de muchos datos, de todos los datos que la sonda espacial ESPACE FUTUR nos ha proporcionado. Las estrellas moribundas, las estrellas rojas, la llamadas enanas, y todas las estrellas que al enfriarse se contraen, no son más que células muertas o moribundas, como pueden serlo las células que mueren en el interior de nuestro cuerpo. Habitamos en un ser de proporciones tan gigantescas y tan inauditas para nosotros, que si no hubiera sido por la sonda no lo habríamos descubierto nunca. La sonda atravesó el confín del universo, ¿y qué fue lo que encontró? Pues lo que encontró fue otro universo. Pero antes de salir del nuestro, registró millones de planetas habitados por seres, algunos muy parecidos a nosotros, y otros muy diferentes. Esos planetas son los órganos del gigante en que vivimos y nosotros somos unas simples moléculas que forman parte de esos órganos. Y todos, fíjense bien, todos los universos explorados por la sonda, no son más que repeticiones, más o menos parecidas, de nuestro sistema solar. El ser humano está viviendo en un órgano de este ser, que es tan grande para nosotros, como nosotros lo somos para un microbio. La sonda, antes de salir de lo que llamábamos nuestro mundo, encontró un universo tan enorme que nos pareció que nada tendría fin, pero cuando detectamos las ondas cerebrales y las terminaciones nerviosas, lo comprendimos. Todo este inmenso y maravilloso universo tiene vida propia y actúa como en una maravillosa sinfonía. Lo terrible, señores, es que nuestro mundo, nuestro universo, nuestro gigantesco señor, está enfermo, se está muriendo. La sonda pudo detectar la enfermedad: ¡un cáncer en el cerebro de nuestro gigante! Ignoramos lo que puede durar la enfermedad... pero creemos que ha llegado a su final, que el ser ha dejado de respirar y por ese motivo ha cesado la expansión y la contracción del universo, de nuestro universo. Es posible que cuando los órganos de ese ser comiencen a descomponerse, nuestro mundo también se descompondrá, ya que forma parte del mismo ser. ¡Y ahí está nuestro reto! ¿podremos, nosotros, que nos llamamos seres humanos, huir de ese destino? Tenemos por delante millones de años para conseguirlo, pues nuestro tiempo es proporcional a nuestro tamaño, y lo que para el ser que nos cobija sean posiblemente unas pocas horas, para nosotros significan millones de años de nuestro tiempo”.
“Y por último, la pregunta que sigue siendo crucial, la que nos seguiremos haciendo por muchos descubrimientos asombrosos que hagamos: ¿existe Dios? ¿lograremos encontrarlo algún día, si llegamos a escapar del ser en el que nos encontramos aprisionados? ¿Tendrá este ser un Dios y será el mismo para nosotros? ¿lo encontraremos algún día? El reto está servido, señores”.-
jueves, 4 de febrero de 2010
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