LA PLAYA DE CORNELIUS
Cornelius Júnior estaba encantado con el regalo que su padre le había hecho el día de su cumpleaños. La Playa espacial había sido el mejor regalo de su vida. No sólo estaba nadando en dinero por el gran negocio que generaba, sino que disfrutaba inmensamente nadando en el mar de su playa, al igual que la disfrutaban a diario miles de visitantes.
Echado cómodamente sobre la arena observó complacido a la gente que le rodeaba, viéndola casi tan feliz como él lo estaba. Luego, miró hacia arriba. Apenas a dos metros por encima de la arena se encontraba el mar espacial. El mar, una inmensa nube de color azul semitransparente repleto de burbujas de aire, cubría por entero el lúdico recinto de dos kilómetros cuadrados. Cientos de bañistas se movían nadando en el interior de la nube, riéndose felices y haciendo mil piruetas atrevidas, sabiendo que en ningún otro lugar podrían efectuarlas de ese modo.
Cornelius Júnior se levantó, sacudiéndose la arena que se le había adherido al ceñido traje de baño, y extendió sus brazos por encima de su cabeza para lanzarse una vez más al brumoso espacio artificial. Tan pronto sus manos tocaron la nube azul, Cornelius fue absorbido al instante por el mar de burbujas, comenzando a flotar en su interior y a retozar como un niño.
La pequeña, y apenas inexistente gravedad del mar de burbujas, le permitía nadar y moverse sin esfuerzo a pesar de sus más de cien quilos de peso. Recordó, en ese momento, lo que el doctor le había dicho: Cornelius, si no rebajas peso, acabarás mal. Desechó ese pensamiento con gran hastío, desechando de su mente la imagen del doctor y la de las dietas que le recetaba. No necesitaba recetas ni dietas, pues ya había decidido que él jamás saldría de su playa.
Miles de burbujas, repletas de aire, golpeaban dulce e incesantemente los cuerpos de los bañistas en un imparable y delicioso masaje, y Cornelius Júnior, mientras manoteaba y se sumergía ágilmente entre esas maravillosas burbujas, pudiendo respirar regularmente gracias a ir absorbiendo de vez en cuando alguna de ellas, se dijo que jamás se había inventado nada mejor.-
Rafael Muñoz
sábado, 6 de septiembre de 2008
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