sábado, 6 de septiembre de 2008

Isabel, tu obsesión te matará...

ISABEL, DEJA ESA LABOR




- Isabel, deja ya esa labor, no sigas haciéndola. Sabes que él no puede volver y tú estás perdiendo la salud con esa obsesión. No comes ni duermes. ¿Qué vas a ganar acabándola? A él no le sirve para nada.
- Mira, María, es un jersey precioso... ¿Y si le hace falta?
- Déjalo, Isabel, por favor. No le puede hacer falta en el sitio donde está. Nos ha abandonado para siempre y nunca podremos, por desgracia, volver a verle.
- María... si cuando esté acabado no viene él a buscarlo, yo se lo llevaré.
- ¡Por Dios, Isabel! ¡Qué locuras dices! ¡Me vas a volver loca a mi también!
Isabel no cejó en su obsesión ni en su labor. Pasaron los días, y lo que temía María, ocurrió. En el último punto de su labor, Isabel se desvaneció dejando caer al suelo todo lo que tenía en sus manos, y con ese último punto, dio su último suspiro.
María arregló la casa antes de acompañar a Isabel en su ultimo viaje. Llorosa y con rabia por lo sucedido, pero con cariño también, había recogido del suelo el jersey terminado por su hermana instantes antes de que ella expirara. Lo depositó en la butaca en la que Isabel había estado tantos días sentada y donde lo había tejido con tanto amor y tanta locura. No sabía qué hacer con el jersey y allí lo dejó.
Cuando volvió del sepelio, María se encontró vacía y muy sola. Abrió la puerta con sus llaves y lo primero que hizo fue buscar con la mirada aquel jersey que había sido el culpable de la muerte de Isabel. La butaca estaba vacía y no había rastro del jersey. Recordó, entonces, las palabras de Isabel: María, si no viene él... yo se lo llevaré.-

Rafael Muñoz

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