sábado, 6 de septiembre de 2008

La chica Bombón

LA CHICA BOMBÓN

- Buenassss. Quisiera una chica de esas tan buenas que tienen aquí. Me lo ha dicho un amigo... así que no quiero una chica cualquiera, quiero la mejor que tengan.
- ¡Ah! Se refiere usted., sin duda, a una chica bombón.
- ¡Eso es!
- Pues ha venido al lugar adecuado. Mire, yo le recomendaría aquella del final del mostrador, es la mejor.
- ¡La verdad es que tiene muy buena pinta!
- Veo que sabe usted lo que quiere.

Ante esta simple observación, Romualdo enrojeció súbitamente. Había entrado en la pastelería decidido a conseguir lo que deseaba y lo había hecho con paso firme, pero no podía evitar, cuando alguien profundizaba en sus sentimientos, o si a él le parecía que así fuese, sentir una gran vergüenza. Trató de evitar que se le notase, inclinando algo su cabeza, pero lo que no podía ocultar era el pequeño temblor de sus manos que siempre acompañaba al enrojecimiento de su rostro.
- ¿Le ocurre algo?- Inquirió amablemente aquel señor tan imponente que tenía delante.
- No, no me ocurre nada- -dijo Romualdo- recuperando su entereza. Me la llevo. ¿Cuánto vale?
- Vamos a ver... depende de si la quiere tal y como está, sin adornos, o...
- No, la quiero así mismo, ya me gusta.
- Bien, pues no le va a costar nada. No le sorprenda. Es que su amigo la dejó pagada. Porque usted es Romualdo, ¿verdad?
- Si...
- Pues no tiene que pagar nada. ¿Quiere llevársela ahora?
- Si, si. ¿seguro que es la mejor?
- La mejor, no le quepa ninguna duda. Al degustarla, además de tener un cuerpo precioso, sus pezones dejan escapar un delicioso sabor a fresa y que sobresale de entre los demás sabores.
- Se me está haciendo la boca agua. Démela. Quiero notar ahora mismo esa sensación.
Y Romualdo, perdida ya toda vergüenza, se introdujo en la boca, sin esperar a más, la chica bombón. Y era cierto todo lo que le había dicho su amigo y lo que le decía el tendero. Al saborear aquella delicia, gozó del dulce sabor del caramelo ligeramente tostado y con cierto sabor a canela y a menta; disfrutó de ese toque de sabor exótico que los clientes conocían y que admiraban y comprendió esa admiración, pues era lo mismo que ahora le estaba ocurriendo a él. También notó que entre esos sabores exquisitos, al chupetear los pequeños pezones con su lengua, esos diminutos piquitos iban soltando un especial sabor a fresa que excitaba de manera muy especial a su paladar.
- ¡Verdaderamente, esto es exquisito!
Romualdo pronunciaba estas palabras casi sin poder hablar, con la boca llena, mientras su lengua chupaba la chica bombón y la paseaba de un lado a otro, dentro de su boca.
- Pues espere y ya verá cuando llegue al chocolate... decía el tendero con una gran sonrisa complaciente al comprobar, una vez más, que sus productos eran excelentes y, especialmente, sus chicas bombones.
- Si... ahora ya no querré otra cosa, contestó Romualdo, paladeando su propio placer. ¡Mañana mismo vendré a por otra chica bombón!.

Rafael Muñoz

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